martes, 7 de agosto de 2012

Las rutinas




Todos los niños sin excepción necesitan que se les aplique límites, representados por las rutinas o hábitos diarios, que a su vez le brindarán la posibilidad de ir desarrollando su sentimiento de responsabilidad a medida que los vayan incorporando.

Crear hábitos de rutinas en los más pequeños es algo esencial para su formación. El niño se vuelve más seguro al conocer lo que debe hacer en cada momento. Estos hábitos hay que empezar a incorporarlos desde temprana edad, ya que cuanto más tarde empecemos, la tarea se vuelve más compleja.

Es el adulto el que enseña los hábitos y las pautas que deben ser seguidas por el niño. La repetición de estos hábitos, modales y rutinas una y otra vez, es la forma que tienen los niños de aprenderlas. La labor de los padres es fundamental, ya que debemos ser los primeros en dar ejemplo pues la manera en que los niños aprenden en estas edades, es por imitación.


Establecer las rutinas

Los padres deben organizar las actividades diarias que deben realizar los niños y enseñarle a llevarlas a cabo, explicándoles, en función de su edad, la razón por la que se hacen y cuáles son sus beneficios.

Si a lo largo del día el niño sabe lo que va a ocurrir, se siente más seguro. Por tanto, las rutinas deben estar repartidas desde el momento de levantarse hasta la hora de acostarse. Como ejemplo de algunos hábitos que los niños deben ir adquiriendo tenemos: lavarse las manos antes de comer, horario fijo de las comidas, lavado de dientes, tiempo de juego, tiempo de estudio, tiempo de descanso, (la siesta en el caso de los más pequeños) y la hora de acostarse.

Es importante destinar un lugar específico a las actividades que el niño tenga que realizar en cada momento: comer en la cocina, no viendo la tele o en su habitación, hacer las tareas en el mismo sitio, acostarse en su habitación, no en el sillón o en la cama de los padres.

Al principio debemos acompañar a nuestros hijos comprobando que cumplen con las rutinas establecidas, y conforme sean más mayores se les irá animando a hacerlas por sí mismos: vestirse, ducharse, lavarse los dientes, comer…, añadiendo otras a medida que vayan creciendo: recoger su ropa y ponerla en la cesta de lavar, ayudar a poner la mesa, hacer su cama…

Algunos hábitos y rutinas tardarán más que otros en ser asumidos por los niños. La clave está en la repetición de los mismos, cada niño es distinto y lo que uno aprende a la primera, hay otro que le cuesta un poco más. Los padres tenemos que intentar tener paciencia y constancia y no desesperarnos por que no aprendan lo rápido que nos gustaría. El tono de voz tranquilo y calmado al explicarle y corregirle es fundamental para ayudarlo en su aprendizaje.

En cuanto llegan los fines de semana, podemos ser más flexibles con la hora de despertarse y acostarse, las horas de juego. Los padres solemos estar más libres y podemos dedicarnos a hacer otras actividades con nuestros hijos, dependiendo de la estación del año en la que nos encontremos. El contacto con la naturaleza, es una estupenda actividad en la que combinamos el juego, con el cuidado y respeto con nuestro entorno.

La finalidad de las rutinas consiste en que el niño aprenda a organizar su tiempo de manera autónoma, con un orden diario establecido y un horario rutinario, ya que un niño con este aprendizaje tendrá una mayor seguridad, mejor autoestima, y mayor contención.

Un niño autónomo sabe qué esperar dentro del hogar, sus  actividades están dentro de la organización de la familia en la que todos sus miembros tienen unas tareas asignadas individuales o de trabajo en equipo, que consiguen crear un orden que beneficia a todos.

Somos los principales educadores de nuestros hijos y los principales responsables de su comportamiento. Por ello, al establecer las rutinas, debemos acompañarlos durante todo el proceso de su crecimiento con amor, tolerancia y sobre todo con una conducta ejemplar por nuestra parte.

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